Entrevista/ Sabina, el acoso sexual contado desde dentro: "Quiero vivir en paz", de Carmen Briz Hernández

    Sabina acaba de cumplir cincuenta años. Y es una de las muchas personas, la mayoría mujeres, que en nuestro país ha sufrido acoso sexual en el trabajo. Lo que la hace diferente es que ella decidió denunciar, aún sabiendo que el camino sería difícil y lleno de aristas. A pesar de que hay días que hubiera deseado, tal vez, no hacerlo, continúa en el proceso porque entiende que es de justicia y porque sabe lo importante que puede ser para otras mujeres en su misma situación. 

    19/11/2024.
    Fotografía de Txefe Betancort.

    Fotografía de Txefe Betancort.

    SABINA se encuentra en una difícil y complicada tesitura (1). En pleno siglo XXI aún es necesario que haya ‘heroínas’ decididas a enfrentarse a las estructuras del mundo laboral, absolutamente masculinizadas y que no han cambiado un ápice a pesar de la entrada abrumadora de mujeres en los últimos años. ‘Heroína’ no es un papel que ella decidiera en ningún momento, porque prefiere ser una trabajadora corriente y moliente, realizando bien su tarea y dedicando su tiempo libre a cuidar a quienes quiere y a tramar planes de viaje con quien desee.

    En agosto de este año se falló sentencia a favor de la demandante, pero el mismo día que fijamos para esta entrevista recibe la noticia de que ha sido recurrida. Toca continuar. Toca rememorar de nuevo lo vivido, cuando lo que ella desea es olvidar: “Como le decía a mi marido ‘es que me tengo que justificar continuamente’. ¿Y justificar de qué?, si la víctima he sido yo”. Sabina no ha tenido la energía suficiente para ir al cine a ver Soy Nevenka, de Icíar Bollaín: “Aún no me encuentro preparada para ver la película”.

    Sabina nació en Ceuta, donde junto a su marido; una ciudad que no supera los 84.000 habitantes y donde casi todo el mundo se conoce, lo que dificulta superar los conflictos que se puedan vivir. En 2001 entró a trabajar como administrativa en el Área de Menores del Ayuntamiento. Allí permaneció durante 20 años, hasta que, Prevención de Riesgos Laborales del Ayuntamiento y su médico de la Seguridad Social, le recomiendan un empleo menos estresante: “En 2021 salió la posibilidad de entrar en el Negociado de Información y Registro y pensé, es la oportunidad perfecta”.

    Así que Sabina piensa, ilusionada, en su nuevo puesto donde podrá atender a usuarias y usuarios. Una actividad que se ajusta, además de a su formación laboral, a sus habilidades personales. Le gusta el trato con la gente. De hecho, le paran por la calle una cantidad interesante de personas, antes y después de que realicemos esta entrevista, para hablarle de cuestiones relativas a su trabajo. Atiende a todo el mundo y se despide con una sonrisa.

    Pero su superior directo tiene otros planes para ella: “Este señor decide que entre a formar parte de Cartería. Porque el cartero se iba a jubilar, y quería que le sustituyera. En mayo, mientras me formaba veía cosas que no eran normales. En junio cogí vacaciones y en julio empezó el calvario”.

    ¿Es su único superior?, ¿Quién le da la carga de trabajo y a quien rinde cuentas?

    Sí. Deja claro que es mi superior. Y el que decía: ‘Yo soy aquí el jefe, ¡ojo!’ ‘Ojo, no me cabrees, porque el día que me pidas un día no te lo voy a dar’. Me pesaba su posición. Con un igual, quiero pensar que la cosa hubiese sido diferente.

    ¿Cuándo empieza a ser consciente de lo que le está sucediendo?

    A los dos días. No era nueva en el Ayuntamiento, además trabajo desde los 18 años, con hombres, con mujeres… y nunca me ha pasado nada de esto. Tengo buen carácter, me río, hablo, gasto bromas, pero siempre dentro de lo que considero que es prudente. Estoy casada y sé lo que molesta y lo que no molesta. Pero enseguida me di cuenta de que eso no era normal.

    ¿Cómo recuerda los episodios de acoso?

    Me hace conducir la furgoneta de Cartería, para llevarlo a distintos sitios. Vale, te llevo. Pero cuando ya me lleva a desayunar a determinados sitios donde hay mucha gente.…

    Contaba situaciones de su vida privada que no nos interesaban o hacía comentarios del tipo: ‘Si yo os enseñara las imágenes, os ibais a asombrar del miembro que tengo’. Perdona, eso no lo dice un jefe, ni lo dice un compañero. No. Eso era a diario.

    Un día, en la furgoneta me pone la mano en el muslo y tuve que retirársela y preguntarle que qué hacía.

    Me cita un viernes por la tarde, yo acababa de llegar de vacaciones, a las 18.00 horas (hora de salida de todo el personal) con la excusa de que tenía que darme una credencial. Le pregunté por teléfono: ‘¿esto es una orden?’ y me contestó que sí. Me recibe en la oficina con un bolero e intenta besarme. Hay quienes te juzgan por esto y te preguntan: ‘¿por qué no saliste corriendo?’, no perdona, ponte en mi situación. Me rozaba o tocaba con cualquier excusa, continuamente. No es fácil.

    Salía de trabajar y me seguía. Cambiaba mis itinerarios, del Ayuntamiento a mi casa hay diez minutos andando, y había veces que tardaba media hora, porque me seguía con el coche.

    Y también me dejaba regalos, que no deseaba, sobre la mesa de trabajo.

    ¿Cómo es el espacio físico en que trabaja?

    La oficina de Cartería está al fondo, separada por un tabique de la plantilla de Registro, tras una puerta abatible. Mi mesa y mi silla pegadas a la pared. Solo entraban notificadores, pasaba toda la mañana sola y él, para explicarme cualquier cosa, me acorralaba. Pedía a mis compañeras y compañeros que la puerta se mantuviera abierta. Sé el trabajo que tengo que hacer, no tenía que estar entrando y preguntándome, constantemente, cosas de mi vida. Si estoy casada, si tengo niños. Aprovechaba mis momentos de silencio. Decía: ‘aquí quien calla, otorga’. ¿Pero cómo? Déjame tranquila, déjame tranquila. Pero seguía con sus comentarios: ‘No tienes hijos porque no has estado conmigo, yo te llevaba a Estados Unidos para que tuvieses un hijo. O para contarme batallitas de su ‘colita’.

    Ha sido muy duro, unos años muy duros.

    ¿Cómo influye esta situación en su autoestima?

    Mi médico me da la baja laboral. Y estuve en tratamiento desde noviembre de 2021 hasta el 23 de septiembre de 2022. Más tiempo aún en terapia, con la que continúo en la actualidad. Lo primero que me pregunta mi psicóloga es ‘¿crees que tienes la culpa de algo?’. Le dije que no. Porque sé cómo soy, y no. Quizá me sienta ‘algo culpable’ por haber tardado desde julio hasta noviembre, pero antes de denunciar lo intenté por todos los medios, intenté que este hombre parara. Mira que le decía: ‘el día que salga por esa puerta va a ser un escándalo; tengo familia, tú tienes familia. No quiero esto. Te has podido confundir, si me pides perdón, aquí no ha pasado nada’.

    Durante el tiempo de baja laboral, con malísima cara y ojeras exageradas, me ponía gafas de sol cada día y me empeñaba en pasear por la playa, diciéndome: ‘voy a salir adelante con todo esto’. Y me enfrentaba también, en mis paseos, a la mirada ajena y al juicio social.

    ¿La manera en la que actúa con usted, le da a entender que no es la primera vez que lo hace?

    Sí, sí. Creo que cuando actúas de esa manera, no es la primera vez. Porque él me ponía ejemplos con otras compañeras, incluso con consejeras, hay una consejera que es muy jovencita, es monísima, y él decía ‘he tenido una reunión con la consejera y se ha puesto una minifalda para mí’. ¿Perdona? No, por ahí no.

    ¿Es frecuente que haga alusiones a su forma de vestir?

    Sí. Soy una persona muy coqueta, me gusta arreglarme. Arreglarme no significa que vaya con un escote a trabajar, porque no me gustan, pero me gustan los tacones, y soy muy femenina. En julio decidí cambiar: me ponía vaqueros y camiseta, parecía una quinceañera yendo a trabajar, con mis bambas. Y me decía: ‘¡Oh!, ¡hoy vienes de vaqueros!’. Cuando me ponía vestidos en verano: ‘¡hoy vienes con vestido!’. No. Eso no era normal.

    ¿Qué tipo de mensajes recibe en su teléfono personal?

    Me decía que me quería, que no podía vivir sin mí, cosas de ese tipo. Es cierto que yo no sabía que iba a salir una plaza en Registro y él me avisó. Soy una persona agradecida, le di las gracias por acordarse de mí. Pero de ahí a que me quieras… No me conoces a mí de nada, no me puedes decir que me quieres.

    No respetaba horarios, ni vacaciones. Me enviaba mensajes continuamente.

    Terminaba mi jornada laboral a las dos de la tarde, a las dos y cinco me estaba llamando. Mi marido me preguntaba ‘¿pero para qué te llama?’. Y yo durante muchos meses, intentando arreglarlo e intentando que nadie se diera cuenta de lo que me estaba pasando, lo encubría todo.

    ¿Piensa, en un primer momento, que hablándolo conseguiría que le deje tranquila?

    Sí, ingenuamente sí. Sí, de verdad que pensaba que sí, es más, en un episodio le dije: ‘Te has podido confundir, si me pides perdón, aquí no ha pasado nada’. No soy rencorosa. Pero no, me equivoqué.

    ¿Tiene conocimiento de que otras trabajadoras puedan haber vivido situaciones similares?

    No, hasta ese momento no. Una vez que hablo y denuncio, ya se unen otras al carro, sí. Una compañera llamó para decir que no podía ir a trabajar porque le había dado un tirón y le dolía la espalda y su contestación, a través del móvil, fue: ‘si quieres yo te echo crema, ponte unos tacones’. A mí eso no me hace gracia.

    Pero conmigo se pasó, y es más, se lo confesó a otra persona: ‘lo que me ha pasado con ella no me ha pasado con nadie’. Creo que eso no se dice, estamos hablando de un periodo de muy poco tiempo. En julio empieza a agobiarme. Desde agosto hasta noviembre, pongo mucha distancia. Me ponía entre las cuerdas como diciendo ‘mira lo que le hago a las demás, y las demás no se quejan, ¿por qué te tienes que quejar tú? Si yo le digo a fulanita, a menganita que cuando quiera puedo estar con ella, ¿tú por qué no te dejas?’ Le chocó que no le siguiera el rollo.

    ¿Cuándo decide escribir un diario?

    Desde el minuto uno. Soy muy intuitiva. Aunque soy muy confiada, y confiaba en que dejara de molestarme, escribí desde el momento en que pensé: esto no es normal, me llama veinte veces, me escribe, ha venido veinte veces, me pregunta tonterías. Ni siquiera pensaba en el proceso por el que estoy pasando. Escribirlo fue liberador. Me gusta escribir. Anotaba todo: ‘Me ha llamado’, ‘me ha escrito’, ‘me ha dejado el regalo’, ‘me ha dejaba una nota’. Terminé de escribir el día que comienzo mi baja laboral. No lo he vuelto a leer.

    ¿Qué encuentra en su entorno cuando empieza a verbalizar lo que sucede?

    La primera que se dio cuenta fue una compañera que también lo había sufrido, aunque no a este nivel. Ella sabía que no es necesario que te toquen la mano para darte un bolígrafo. Se dio cuenta de que cambié mi forma de vestir y que, poco a poco, me fui convirtiendo en una ‘conchita’, pequeña, cerrada. Y porque un día, delante de todo el mundo, le dije: ‘Me estás molestando, por favor, no entres más’. Cuando exploto, cuento mi malestar. Tenía testigos. Un compañero me dijo: ‘Sabina, no te está molestando, te está acosando’. Entonces les pedí que no me dejasen a solas con él más de 15 segundos. Entraban y comentaban: ‘¡qué pesado eres!’, ‘¿otra vez tú aquí?’ ‘chiquillo, déjala trabajar’. Y un trabajador, de otras dependencias, me facilitó un timbre, como los que se usan en los hoteles, y yo lo tocaba para advertirles a los demás cuando me estaba acosando. Porque había veces que iba al baño y me seguía al baño, si es que no me dejaba, era acoso y derribo. Prácticamente todo el Ayuntamiento sabe lo que me pasa. Algunas personas le advirtieron: ‘te vas a buscar una ruina’. Había habido otro caso de acoso en la ciudad, con condena. Pero él respondía: ‘tú como los monitos, oír, ver y callar’.

    ¿Trata de aislarle?

    Sí, situándome en la oficina al fondo y me reprochó que hablara de esto ante el resto de personal, porque ‘yo era su ojito derecho’ y me tenían envidia. Controlaba con quién hablaba: ‘¿y tú por qué tienes que hablar con fulanito, con menganito’. Le pedía, por activa y por pasiva, que me enviara a otras oficinas, quería salir de aquél lugar.

    ¿Cuando decide contarlo a su familia?

    Al final, cuando denuncio, en noviembre. Fui a las 9 de la mañana a trabajar, media hora después mi superior me comunicó que me pondría una línea de teléfono solo para mí. Era innecesario. Pretendía tenerme todo el día controlada y que el resto de la plantilla no se diera cuenta. Y me planté. A las 12.30 me marché a hablar con una persona de mi familia que ejerce como abogada. Me tranquilizó porque tenía testigos y, a continuación, se lo cuento a mi marido.

    ¿Cómo había cambiado física y anímicamente en ese periodo?

    Pierdo la friolera de 6 kilos, me quedo en 52 kilos, mi cuerpo se llenó de forúnculos y tuve que cortarme la melena porque se me caía el pelo, me aparecieron calvas; también perdí mi ilusión… soy una persona muy viva. No era yo, no era yo.

    ¿Cómo inicia el proceso?

    A mí me decía todo el mundo: ‘tienes que denunciar’. Para mí todo era nuevo: comisaría, juzgado. Decidí hablar con Yolanda Díaz, de la Comisión de Igualdad del Ayuntamiento. Desconocía, y desconozco, si hay algún organismo público al que dirigirse en estos casos. Tampoco sabía que existiese un protocolo. Hay mucha desinformación. Si alguien de una empresa privada me contara un caso similar, no sabría cómo orientarle sobre qué hacer. El 22 de noviembre, además de iniciar una baja médica, presenté denuncia ante la Ciudad Autónoma de Ceuta y el Comité Técnico del Ayuntamiento inició un expediente informativo el día 23 para proceder a la investigación. El 26 de noviembre se abre expediente disciplinario contra él y, como medida cautelar, se le traslada a otras dependencias municipales.

    ¿Qué atención médica y psicológica se le proporciona?

    Prevención de Riesgos Laborales del Ayuntamiento me manda a la Mutua y ésta a la médica de cabecera. Creo que se precisa aún más formación. Te tienen que guiar en todo el proceso. Se me prescribe como enfermedad común, no como ansiedad producida por la situación de acoso que estoy viviendo. No podía dormir, seguía perdiendo peso… Cuando me llamaron de Inspección Médica me explicaron que mi médica tendría que haberme enviado a Salud Mental, cosa que no hizo por desconocimiento. Cuando lo hizo, la psicóloga de la Sanidad Pública me dijo que lo tenía todo perdido, que me veía demasiado fuerte. Se supone que tendría que estar llorando todo el día por las esquinas.

    Necesité 10 meses para recuperarme físicamente. Busqué ayuda psicológica privada y tuve suerte con la profesional, me sigue tratando en la actualidad, tres años después.

    ¿Qué recepción tiene su declaración?

    Contar esto no es fácil. Jugaba con la ventaja de que, a esas alturas, lo sabían muchas personas. Primero declaré ante Inspección de Trabajo. Y se activó, por primera vez desde su publicación en 2012, el Protocolo de actuación frente al acoso sexual y el acoso por razón de sexo en el ámbito de la Administración de la ciudad Autónoma de Ceuta. El 22 de noviembre declaré, durante 4 horas, en la Comisión de Igualdad. El instructor ha de ser una persona imparcial, pero me descuadraron mucho sus preguntas: ’intentó besarte y, ¿te quedaste en choque o te separaste?’, el abogado de mi superior me hizo preguntas como si estuviésemos en un juicio. No es explicable. También declararon compañeros y compañeras de trabajo. Pero mi declaración no sirvió para nada, porque cambiaron de instructor hasta en ocho ocasiones, algunos recusaron, otra recibió amenazas por parte del acusado, otros dejaron que los plazos caducasen y cerraron los expedientes... Quienes tienen que testificar se agotan y no quieren acudir más. El Ayuntamiento debería haber contado con un instructor de una administración ajena, porque en Ceuta todo el mundo se conoce. Y mi abogado decidió que se acabó, que yo ya no testificaría más. Eso no sé cómo se llama, pero creo que eso es maltrato institucional y absoluta dejadez. Creo que si esto mismo hubiera ocurrido en una empresa privada se habría solucionado mucho más rápido.

    ¿Qué sucede mientras tanto con su superior?

    Se jubilaba, con 65 años, en el mismo año que todo esto ocurrió, en 2021. Pero decide reengancharse y le dan un teléfono, una tablet y una placa por los 35 años trabajados. No se entiende teniendo un expediente abierto.

    ¿Imaginó que el proceso iba a ser tan largo en el tiempo?

    No, y he tenido mis dudas. Sé que hay que luchar, sé que hay que hablarlo, sé que esto puede ayudar a otras, pero es muy duro. Y tengo la gran fortuna de haber estado acompañada, incluso por gente que no conocía. Esto es un pueblo, nosotros nos conocemos todos de vista, te tienes que enfrentar en un juicio, y mis compañeros y compañeras han ido todos a una conmigo, no tendré vida suficiente para agradecérselo. Pero es duro. Hay gente que opina y habla sin saber y que te juzga sin motivo. Intentas que no te duela, pero te duele.

    ¿Cree que sigue teniendo más fuerza la palabra de un hombre adulto que no el de una trabajadora, más joven, que está a su cargo?

    Sí, desgraciadamente sí. Socialmente sigue teniendo más peso. Y es como que la responsable de todo eres tú. Porque hay quienes opinan que ‘he tardado mucho’. ¡De julio a noviembre! Tienes que estar muy preparada para enfrentarte a esto, para saber que les va a afectar a tus padres, que puede afectar a tu situación de pareja y a otras muchas personas… No es fácil dar el paso. Soy una persona que pasa totalmente desapercibida. Y lo que no puedo controlar, me pone nerviosa. Si él hubiera parado y me hubiese pedido perdón, a día de hoy seguiría siendo mi jefe, fíjate lo que te digo.

    La sentencia, con fecha de 12 de agosto de 2024, falla a su favor, ¿cómo se siente?

    El juicio se celebró en abril y duró seis horas; no declaré ni estuve presente. Lo hizo mi abogado por mí. Muy duro. Evidentemente le conté todo a mi marido, pero no es lo mismo que yo se lo cuente a que lo escuche en el juicio, no es lo mismo. Para mí ha sido uno de los días más difíciles de mi vida. Y he tenido el apoyo de mi marido desde el minuto uno, en ningún momento ha dudado de mí.

    Me sentí bien, me sentí feliz cuando conocí la sentencia. Pero quiero que se acabe. Sé que hay que pasar por eso porque se tiene que escuchar tu verdad, pero no sé si todo el mundo que no está bien asesorado o no tenga buenas herramientas para afrontar eso puede superarlo, te lo digo sinceramente.

    Y no te dejan recuperarte, porque esto no ha terminado. Hoy he recibido la noticia de que van a recurrir. ¡Es complicado!; mira, se me va apagando la voz.

    La sentencia dicta una compensación económica, que difícilmente suplirá los tres años tan difíciles que ha vivido usted y su familia. ¿Se ha encontrado con comentarios machistas cuando se habla de indemnizar a las víctimas de acoso por el sufrimiento causado?

    Ni cesó en su acoso, ni pidió perdón. No me quedó más alternativa que dejarme guiar por mi abogado, por los profesionales. Pero que se me cuestione porque yo quería dinero, es que lo veo tan absurdo. Hagas lo que hagas, hay quien opinará lo que le venga en gana. Este dinero no me compensa el daño.

    Es novedoso el uso de la jurisdicción laboral, en vez de la penal, por el principio de intervención mínima. La sentencia de primera instancia se ha dictado en tiempo record. También es la primera vez que se aplica en Ceuta la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social (LISOS) en un caso de acoso sexual calificado como ‘grave’. Pero a mí me vale más el reconocimiento de la Administración, de una asociación, de quienes digan: ‘se ha hecho justicia’, me vale más una reparación pública. Quiero vivir en paz.

    ¿Cuándo vuelve a incorporarse al trabajo?

    En septiembre de 2022, el ambiente laboral es bueno, soy muy camaleónica, me adapto rápido, cada mañana pienso que voy a tener un buen día. Estoy, eso sí, algo ‘conchita’, algo cerrada, no me fío de todo el mundo. A pesar de todo, he conocido a personas muy generosas y deseo agradecerles públicamente el acompañamiento que me han hecho. Y si alguien pasa, por desgracia, por una situación similar, les diría que busquen buenos y buenas profesionales y que se dejen asesorar.

    Estaba un poco nerviosa por esta entrevista porque no sabía si ibas a entender todo lo que te quería explicar.

    Perfectamente, y quienes leen Trabajadora también. Déjeme decirle que usted sería un cimiento magnífico para la creación de grupos de apoyo entre mujeres que hayan sufrido acoso sexual y estoy convencida de que esta entrevista va a servirles a muchas mujeres que estén sufriendo acoso, independientemente de lo que cada una de ellas decida o pueda hacer posteriormente. Gracias.

    Muchas gracias. Estoy haciendo un esfuerzo por no llorar.

    Carmen Briz (@MamenBriz) es periodista y forma parte del equipo de la Secretaría Confederal de Mujeres, Igualdad y Condiciones de Trabajo de CCOO.

    (1) Si es difícil denunciar el acoso laboral, más lo es denunciar el acoso sexual. Según datos del Ministerio de Trabajo, entre 2021 y 2023 se han presentado en nuestro país 1.147 denuncias por acoso laboral en el sector público y 1.007 en el privado. Sin embargo, según CCOO, hasta un 15% de trabajadores y trabajadoras en España es víctima de acoso laboral. En el caso de acoso sexual, los datos, que ofrece la Inspección de Trabajo y Seguridad Social, sitúan en 37 las infracciones en el año 2022.